“Buenos díaaas”- Su voz aguardentosa esta tan cerca de algo tan íntimo
como lo es mi oído, me siento asqueada y molesta, debo controlar el ex abrupto
porque, como usted lo leyó, era la mañana, camino a mi trabajo.
Hay
muchas cosas que disfruto, y una de ellas es usar vestidos, y en mi criterio,
no uso vestidos ni cortos, ni ajustados ni provocativos, pero, aunque lo
fueran, mi manera de vestir no debe ser motivo para que se me falte el respeto.
Quiero
aclarar, antes de empezar a detalle, que, respeto toda postura ajena a la mía,
y que no comulgo con ninguna ideología, mi única postura y sustento es y será
el respeto.
Tengo
dos posturas ante la belleza.
1. Eres y te pones bonita
para ti misma. No tienes
responsabilidad de estar bonita para absolutamente nadie, pero si tú eres
vanidosa, y como forma de amor propio encuentras paz y seguridad en sentirte
bonita, es totalmente válido.
2. Puedes arreglarte y ser
bonita para halagar a alguien. Y no
está mal, es válido, es una forma de expresión y siempre es padre sentirnos
especiales, que alguien nos considere una ocasión de celebración.
Ahora,
ante estas dos posturas, tengo una reflexión, el ser bonita no significa que estés
a disposición.
¿Qué
quiero decir con esto? Ok, empecemos…
Físicamente,
yo no me siento bonita, soy socialmente aceptada, de piel blanca, cara con
rasgos más o menos armoniosos, no soy considerada “gorda”, y maquillada soy
bastante guapa.
Cuando
empecé a ser consciente de que podía ser considerada bonita, empecé a
experimentar con esta cualidad.
Alguien
una vez me dijo “Tú la tienes fácil, eres blanquita, eres bonita” no supe que
decir al respecto, pero empecé a analizar cómo se iba desenvolviendo mi experiencia
social por ser “bonita”.
Percibí
que el trato de las personas, sobretodo de los caballeros, era muy atenta y muy
educada, es más, acepto que por mi condición social de “bonita” he recibido
beneficios.
“Como
te ven te tratan” me dijo un amigo, y fue uno de los siguientes experimentos
que hice, descubrí, que, en las oficinas de gobierno, tiendas departamentales y
hasta en el transporte público, verme bonita me brindaba otra clase de
derechos, casi como pertenecer a un club privilegiado, uno a los cuales pocos
tenemos acceso. Fui bien tratada a diferencia de cuando suelo estar desaliñada
y voy a estos sitios, vamos, mi hermana y yo nos dimos cuenta incluso que, en
cierta tienda departamental de prestigio, cuando acudimos de forma descuidada,
ni nos ofrecen perfume en dicha sección, recalcó, beneficios.
Ser
bonita, ha provocado que llame la atención de mi sexo opuesto, unas veces para
bien y otras veces para mal, y en esta ocasión no hablo de que se haya roto el
corazón, sino de una herida que se me hizo hacia mi humanidad, pero de eso no
hablaremos a detalle.
A
partir de esta herida, me puse a reflexiona, ¿En qué momento, mi belleza, la
belleza femenina, es objeto de servicio?
Quiero
ser clara y concisa en esto, la belleza femenina se ha utilizado o se ha
interpretado como algo para uso de los demás, no solo de los hombres, no hay
ejemplo más claro, en la película “Blanca Nieves y el cazador” en una aldea,
las niñas eran marcadas en el rostro, dejando cicatrices para protegerlas de la
hambruna de la bruja, pues su alimento era la belleza de jóvenes de corazón
puro.
No
solo nuestra belleza se volvió símbolo de nuestra persecución, sino también
nuestra nobleza, ser bella y buena es sinónimo de ser víctima, ¿Cuándo ser
bonita se volvió un pecado?
Sinceramente,
no me gusta, ante esta situación, no me gusta adquirir el rol de víctima,
porque amo ser bonita, me gusta sentirme bonita, amo usar mis vestidos y
sentirme bonita.
Yo
sé que no todos los hombres son así, pero hay violentos, desde el más agresivo
hasta al más pasivo, desde el que te desea tomar a la fuerza hasta el amable
que le “encantaría tener una novia tan bonita como tú, para tratarla como una
princesa” pero si no correspondes sus atenciones, literal, de calienta platos
no te bajan, man, fueron tus propias expectativas.
Conozco
un buen de casos de chavas guapas, tengo la fortuna de conocer a muchas, pero
mi admiración por ellas no es sólo por su belleza física, sino por esa belleza
de su espíritu, de su integridad, de sus valores, de sus talentos, de sus
conocimientos.
Yo
quiero, sinceramente, cuestionar, ¿Por qué sientes que la belleza de la mujer
está a tu servicio? ¿Qué obtienes de hacer uso de ella? Ya sea por la fuerza o
a base de engaños, (si, te hablo a ti, fuckboy promedio) ¿Realmente te va pasar
algo si te aguantas las pinches ganas? ¿Crees que te deba algo porque la tratas
bien por ser “bonita”?
Yo
sé que existen verdaderos hombres, que son atentos porque simplemente fueron
educados con esas atenciones, y gracias a esos valores, la sociedad no es tan
injusta, pero como duele ese otro porcentaje, tan egoístas, lejos de ver más
allá de su propio placer hedonista.
Esto,
definitivamente no es una lección aprendida, es un pensamiento que invita a la
reflexión.
Gracias
por leer mi opinión.
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