Nunca
reflexionamos en que tanto hemos vivido con la gente, convivimos con tanta
gente por tantos años, que adquirimos hábitos de ellos, hay actos que hacemos
tan naturales que nunca nos ponemos a pensar de donde nació ciertas
peculiaridades de nosotros que incluso alguien diría que son nuestra tarjeta de
presentación.
Hace
poco me contacto un viejo amigo, iniciamos la charla con el típico, “Hola,
¿Cómo estás?” y después de un cordial “bien y tu” siguió un “¿Qué haces?” y
contesté: “Tomando café” y me contesto un “típico de Mezzy”. Confieso que me
dio mucha risa, pues, es curioso, que, en esta pandemia he retomado contacto
con gente de mi pasado, y mi amigo es la segunda persona que saco un “típico de
Mezzy” me sorprendió que de mis 17 a mis casi 27, hay cosas que siguen siendo
mi esencia, pero ¿son mías? Mi amigo de ahí saco un comentario a lo que siguió
un “tú y tus frases”, típico de Mezzy, ¿no? Mi amigo sabe que mi costumbre de
decir frases no es hábito mío, fue ese gran legado que mi padre dejo en mí con
sus frases domingueras y que, a fuerza de vivir casi 21 años cerca de ese bello
hombre, se me pegaron dos que tres ingeniosas frases de él, pero quien conocía
a mi padre, sabía que ese era su sello, sus frases, tan icónicas como graciosas,
su manía de escuchar música y ese terrible hábito de darle a la gente lo mejor
de él, esa fue su herencia para conmigo y que hoy, ahora son mi sello, tremenda
ladrona.
Pero
no reflexione esto por mi padre y mi amigo, sino porque, y hablando de gente de
mi pasado, hay gente que podría decirse que me conoce de prácticamente una
vida, y a pesar de que el tiempo hace estrago y merma en toda relación, hay un
hábito que esta persona me enseño, agregar en mi teléfono a los contactos con
nombre y apellido, y lo tengo tan arraigado en mi desde que me enseño esta
práctica a mis 19 años, que es inevitable, que hoy, aunque este distanciada de él,
tengo ese hábito.
Es
curioso, la gente diría que es normal que yo tenga hábitos de mi padre, es
natural, era mi padre, pero la gente no vería tan común tener hábitos de mis
amigos, y me puse a reflexionar, ¿Cuántas cosas hacemos por inercia y que son
el resultado de un pequeño legado que las personas han dejado en nosotros? Y me
puse reflexionar aún más, ¿Qué legado he dejado en otras personas?
Tengo
hábitos muy graciosos, y que he heredado a otras personas, un ejemplo es mi
prima, le heredé la forma tan peculiar de ponerme el perfume, tal vez, en unos
años, cuando sea mayor y el tiempo haga lo suyo, me recuerde con ello, espero
que lo haga con cariño o que le cause gracia.
Me
mata la curiosidad por saber que he dejado en cada una de las personas con las
que he vivido, igual nunca lo sabré.
Es
curioso, vamos por la vida desviviéndonos por regalarle a la gente cosas para
que nos recuerden, para vivir en ellos, así como el libro que me regalo mi
primer amor, o el que me regalo mi padre y que firmo con un “una historia
preciosa, para una persona preciosa” y vivimos más en esos hábitos y gustos que
dejamos en esas personas.
Soy
la manía de mi padre por decir frases raras, soy el gusto raro de mi madre por
las cosas estampadas con flores, soy el gusto por bailar por la calle que
herede de mi abuela, soy ese controlador hábito de poner nombre y apellido en
un contacto, o la rigurosa forma de ver una película que mi hermana me enseño,
o el amor por las cumbias que mi hermano y yo disfrutamos.
Somos
un cumulo de tantas personas, y a la vez, somos tan nosotros, que es digno de
ver, como una verdadera obra de arte.
Esta
fue mi lección aprendida de este día, ¿Cuál es la tuya?
Te
mando un fuerte abrazo, lleno de luz y mucho amor.
Comentarios
Publicar un comentario