Todo tiempo pasado es mejor, o eso se cree, somos víctimas constantes de la melancolía y del engaño de un buen recuerdo.
Una vez leí que más que extrañar a las personas, se extraña lo que sintió estando con ellas. Evocamos las memorias para revivir la dopamina que recorrió nuestras venas para hacer más llevadera la tristeza, sin embargo, hay veces que vivimos tanto en el pasado que se nos olvida valorar el presente que nos rodea.
Hace tiempo, después de la persona a la que considero el amor de mi vida, intenté salir con alguien, la persona, para fines ilustrativos le pondremos Gabo.
Gabo, tal vez no me quería como se espectaba o yo hubiera deseado, pero hacía muchas cosas que en su momento espere de Iván, Gabo iba por mí al trabajo, pasaba tiempo conmigo y mi familia, me escuchaba, me llevaba pequeños detalles, pero hubo uno, que él no sabe y ya no sabrá, pero fue algo que me marcó, y que, aunque las cosas acabaron bastantito mal (tengo ese don para escoger pura gente impaciente jajaja) ese día marcó una pauta muy importante para mí.
La anécdota cita de la siguiente manera, fue un viernes en la noche, a Gabo lo invitaron unos amigos a un bar y de ahí a un antro, cabe destacar que yo no soy fan de los antros, pero me pregunto, yo en mi intento de abrirme a sentir cosas nuevas, le dije: “Si tú le pides el permiso a mi abuela, vamos”, y así lo hizo, él le pidió el permiso a mi abuela y acepto, me empecé a arreglar y entonces el me miró como me arreglaba, en ese momento tenía el cabello largo, cuando abrí la puerta del baño para terminarme de maquillar, él se acercó al borde de la puerta y me dijo: “Ahora entiendo porque muchos te tiran el perro, el cabello se te ve hermoso, te ves chula”.
Abro contexto para que entiendan, Iván nunca, absolutamente nunca me dijo si me veía hermosa, si me veía preciosa, o algún halago, no con esto digo que fuera malo, solo, era el reconocimiento, la emoción de que el me viera como algo fuera de lo común y eso fue lo que en ese breve comentario Gabo logró, verme como si yo fuera algo fuera de lo común. Muchas veces, tanto hombres, como mujeres y demás deseamos, que la persona amada nos vea así, especiales, como si se hubieran sacado la lotería.
Para no hacer extensa la anécdota, las cosas con Gabo no terminaron bien, pero reconozco que gran parte fue mi culpa, pues viví por mucho tiempo aferrada al pasado, y hoy, después de una noche de extrañar (o más bien recordar a alguien con cariño) me di cuenta, que, mis relaciones después de Iván no han funcionado porque no me liberé a tiempo ni correctamente del pasado, pero sobre todo, no me libere de mis miedos, no le di la oportunidad de conquistarme, siempre estuve a la defensiva o con dudas, pero sobre todo, me negué la oportunidad de conocer nuevas formas de sentir cariño. Mi última relación me devolvió lo cursi (afirmado por un amigo que me conoce de años, cuando por ese tiempo nació el apodo de Melissinguis jajaja) y reconozco que en gran medida fue porque me tomé el tiempo de sanar correctamente y pude cortejar y dejarme conquistar sin tener que pensar en que alguien regresaría y debía guardarle un luto o un espacio.
Ahora me doy cuenta que, cuan grandiosas hubieran sido varias cosas si tan solo me hubiera dado la oportunidad de haber puesto todos mis sentidos sin reserva, sin contenerme, sin miedo a vivir, sin miedo de darme en la madre.
Voy viviendo de manera cautelosa, no dejando que nadie me “atrapé” para no volver a llorar, para no volverme a sentirme usada, para no volver a estar con alguien que me haga sentir sola. Se qué no debo soltarme con cualquiera, pues mi óptica de mi vida es distinta a otras personas, mi vida no es un viaje liviano, es un compromiso con la lealtad a mis ideas, a mi persona y a las personas que amo, siendo lo más “yo” posible.
Observo, que mucho de mis allegados viven con ese mismo temor, declamando el tan famoso “ya no estoy para juegos, quiero algo bonito y serio” pero van viviendo con cautela, ahora más que nunca creo que puedo decir que, a veces es mejor irse de bruces y darse en la madre, más vale que duela por fallar a que duela por quedarse uno con las ganas.
Y creo que esa es la lección aprendida en esta ocasión, no importa que tan duro haya sido el pasado, no te prives de esas primeras veces que sucede nuevamente, no te prives de las primeras risas, de las primeras conquistas, de esos primeros piropos, de esos maravillosos nervios de las primeras citas, no te niegues la oportunidad de sentir nuevamente cosquillas y dudas, date en la madre, nada nace en la zona del confort. Estoy segura que es una maravilla darse de nuevo en la madre, si fallas, te sacudes el polvo en la peda con tus amigos, y si ganas, bueno... habrás empezado un nuevo capítulo que complemente tu felicidad.
Esta es mi lección aprendida, ¿Cuál es la tuya?
Ya extrañaba divagar por acá, ya nos veremos más seguido, en esta mente alocada de hámster aún tiene mucho que aportar.
Les mando un abrazo y no olviden usar cubrebocas.
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